Una semblanza personal a la muerte de un compañero y amigo...(Fotografía: gentileza de la familia de José María Candela Jericó)
José María Candela Jericó era un periodista de pura cepa, a la antigua usanza. Un vocacional , como él mismo se calificaba con el sólido argumento de casi cuarenta años de ejercicio profesional a sus espaldas...Casi todos ellos, dedicados a Radio Nacional de España, donde yo le conocí, hace treinta y tres años, y convirtiéndonos en amigos casi por instinto, automáticamente. A pesar de que ambos éramos de equipos distintos de la máxima rivalidad madrileña. Nunca tuvimos un problema a causa de ello, ni de otra cosa. Nuestro padres, antes que nosotros, ya se conocían y respetaban en sus respectivas preferencias deportivas y el destino quiso que coincidiéramos unos años, en los que aprendí a conocer un poco más a Chema y a su corazón de oro. Ambos éramos muy jóvenes, veintisiete años tenía yo y él por el estilo y le recuerdo en su Golf azul oscuro, llevándome un día de vuelta de la emisora en la calle Huertas, hasta nuestros queridos Carabancheles, contándonos anécdotas y sucedidos de nuestra ya sabrosa experiencia en el mundo de la radio, a pesar de nuestra juventud. Éramos periodistas sin complejos. Entregados en cuerpo y alma a nuestra profesión. Nuestra vida personal quedaría en un segundo plano todavía durante aquellos años de lucha y búsqueda de nuestro asentamiento profesional. José María permaneció todo el resto de su carrera en Radio Nacional de España. Mis derroteros profesionales me llevaron por otros caminos no menos interesantes, pero quizás no tan dinámicos, y muy queridos, como los de la radio, que habíamos compartido. Él en Deportes y yo, en Informativos.Aún así, continuamos siendo amigos, aunque nos viéramos cuando el destino hacía que volviéramos a encontrarnos. Volví a la radio en distintas ocasiones. En algunas de las últimas, acompañando, a distinguidas figuras de la Ciencia y la cultura españolas, desde mi puesto en el equipo de Comunicación de la Universidad Complutense. La casa de la que salí, donde me formé y nací para el periodismo y a la que casi treinta años después de ejercicio profesional, volví ilusionadamente, para seguir aprendiendo y compartir, todo lo aprendido. Desgraciadamente llegó la pandemia y el confinamiento. Y uno de esos días creo que de el mes de marzo, quedé conmocionado al recibir el mazazo en forma de noticia de su fallecimiento, a través de las redes. Sentí dolor en mi corazón entre tanto horror y muerte extendida por todas partes. Y recordé una de mis última visitas a la Casa de la Radio que él avaló, cuando después de abrazarnos con otros compañeros, me decía con su característica entonación castiza madrileña...¡Rafa. Es que hay mucho Marconi! y yo asintiendo, estallé en carcajadas. Gracias por tu amistad y buen humor, José María, allá donde te encuentres. Hoy tu micrófono, permanece solitario y silencioso. Inconsolable.Pero tu voz resuena libre por fin, hasta la eternidad, por los confines del Universo. Hasta siempre, amigo!.Y...¡Aupa Atleti!
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